Se escuchó el choque del insecto contra la pared, sobre la mesa estaba un recipiente con licor en su interior, a su lado, una copa esperaba que fuera usada mientras en el cuarto del lado se escuchaba el sonido de una conversación de dos. La luz estaba tenue como siempre, sus rayos llegaban hasta la puerta de mi habitación y apenas alcanzaban a entrar por la puerta de donde salía el peculiar sonido del dialogo; pensaba en un sin fin de cosas.
Mis ojos se desviaron con dirección a la ventana, busqué la luna, pero no la encontraba, Pensé por fin de nuevo en él, en su silueta fina y delgada, la última vez que nos vimos; su sonrisa se plasmaba de nuevo en mi recuerdo cuando pronunciaba un montón de incoherencias como para hacer más cálido el momento y la conversación.
Aquel día nos encontrábamos sentados en unas escalas... Él mantenía un constante ir y venir, no se hallaba en un solo sitio, al parecer debía estar cambiando de posición o podía tener nervios, no sé cómo definirlo en este momento. Era de noche, pasadas las 8, la única luz que llegaba a mi era la de una lámpara de esas que hay en la calle para iluminar el camino a los transeúntes; las escalas daban paso a dos apartamentos en un segundo piso, las paredes que las encerraban eran contiguas a dos casas, la de él y la de alguna otra familia. En el interior de la casa solo estaba su madre en una habitación, de la cual solo se escuchaba el ruido de un televisor encendido.
Sentada allí, a mi alrededor no había mucho por describir, delante de mi estaba un muro, el de una biblioteca; se escuchaba el ruidito de un grillo... - es confortable si lo detallas de una manera singular-, se veían insectos diminutos volar cerca de nuestros cuerpos, mientras en el piso habían pétalos de flores blancas tirados por alguien o de alguna planta cercana. Hablábamos y reíamos; varios temas pasaron por nuestras conversaciones, amoríos, amistades, educación y hasta recuerdos...
Recuerdos... Si, recuerdos... Una mañana de Agosto la recuerdo muy bien. Él aún estudiaba y era una fecha célebre en el plantel educativo; nos sentamos en una banca y hablábamos, no recuerdo de qué, pero manteníamos una conversación amena. Se acercaba el medio día y en el rostro de cada estudiante se podía percibir el afán que tenían por salir a las calles para coger directo a sus hogares, pues era una jornada pesada y no muy agradable para muchos. El tiempo para mí pasó como si nada, cada hora era como el transcurrir de unos pocos minutos... Era mi momento, lo disfrutaba y trataba de que no acabase nunca.
Reaccioné, desperté de ese mundo abstracto de donde me encontraba. Fue el teléfono, una llamada poco agradable para mi parecer... Un idiota interrumpiendo algo importante. Se acercaba la media noche y apenas se escuchaban los ruidos de la casa, pues los vecinos poca bulla hacían y se calificaba este barrio como uno de los más calmados de la zona.
De nuevo empecé, de manera instantánea, a pensar; primero en la madrugada del día siguiente, pues tenía mi primer día de clase y no es agradable conocer nuevas personas en un sitio donde no ocupas un lugar, más cuando para la gente ajena te cataloga como un espectro raro en un espacio donde solo ellos tienen lugar. El tiempo pasaba, no sentía ni la más mínima presencia de sueño, pero si el miedo y la maluquera de madrugar al día siguiente y despertar con ganas de dormir más.
Sentí piquiña en un brazo, de manera instantánea, casi mecánica tuve que rascarme con la otra mano, agaché la mirada para ver que era y solo se trataba de un cabello que se me había caído. Mi madre y la gente de mayor edad siempre dicen que la caída del cabello es debida al estrés que las personas manejan... Estrés ¿por qué estaría yo estresada? ...
Tenía mil y mil cosas en la cabeza... mil y a la vez nada, pensaba en el pasado, en mi futuro, en mis errores y hasta en mi familia.
El sueño por fin llegó a mí, deje de recordar y apagué la luz que iluminaba el cuarto donde estaba y caminé en dirección a mi habitación, entre y cerré la puerta para cambiarme de ropa y estar a solas con mi yo. Sentí un olor extraño y de una comprendí que alguien había cambiado mis cosas de lugar, las rosas no estaban como yo las tenía, mucho menos mis libros y recordatorios... Todo estaba patas-arriba desde mi punto de vista, pues mi orden era mi desorden.
Me acosté, la noche estaba cálida y silenciosa; en mi mesa de noche estaba el ramo de rosas secas que tanto me gustaba, su presencia perfumaba toda la habitación de manera constante. Era un olor sabroso, donde si cierras los ojos a tu mente llegan recuerdos o fantasías, donde el amor para ti es algo de lo más bello y el odio apenas tiene lugar en tu vocabulario. Al lado del ramo estaban las cosas de aseo... mi perfume, tenía un olor tan raro que aún lo recuerdo, pero he aquí el lío del asunto; era algo tan exquisito que el vocabulario no alcanza para describir lo fabulosa que era esa fragancia. Al lado derecho de la cama estaba la mesita con los libros... la observé un instante con la luz que entraba por la ventana proveniente de la luna.... La luna... ¡qué satélite! El objetivo de los enamorados.
Abathwa